martes, diciembre 05, 2006

CONSUMO

Hoy, en la 2 de Televisión Española, Documentos TV ofrecía un monográfico sobre el consumo. El documental comenzó, cómo era de esperar, afirmando que un ciudadano medio puede llegar a ver hasta siete mil anuncios al mes, que compramos demasiado, que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Después de esta feria de las obviedades, esgrimidas con pericia por sesudos psicólogos, sociólogos y expertos en general, el documental degeneró en una orgía perversa de anoréxicas, compradoras compulsivas, mórbidas mujeres, y adictos arrepentidos varios. Una pena.
El programa de Pedro Erquicia suele ser muy bueno, sobre todo cuando se trata de mostrarnos la miseria de la prostitución, la pobreza, las guerras o el tráfico de órganos. Documentos TV, avalado por dieciséis años de rodaje, ha llegado a ser un modelo para los programas de investigación que a diario se estrenan o sobreviven en el resto de cadenas de televisión. Desde su exilio en el canal de los bichitos y series de los ochenta, Erquicia es imitado por otras glorias de la televisión cómo la presentadora de 7 Días y 7 Noches o Mercedes Milá. Teresa Viejo, desafiando su apellido a golpe de lifting, se empeña en mostrarnos un mudo de violencia, crimen, aberraciones y tías en pelotas; en cuanto a la aristócrata catalana, nuestros mayores aseguran que antaño fue una gran reportera, personalmente creo que perdió mucha de su autoridad moral cuando se empeñó en hacer público el placer que experimentaba meándose en la ducha. Ni siquiera Concha Velasco ha llegado tan lejos anunciando Indasec con esa risa tonta en los labios.
Esta noche Pedro no se ha lucido. El documental prometía mucho y se ha quedado en una especie de freak parade de lo cotidiano: la anoréxica se siente culpable, la gorda más; la adicta a las compras ya no pude pagarse un psicólogo y una madre clama auxilio porqué su hija la ha arruinado de tanto bajarse politonos. Sin embargo todas tienen algo en común: un gran sentimiento de culpa. Todas las afectadas se lamentaban de ser constantemente bombardeadas por imágenes que las incitaban a consumir desaforadamente. ¿Quieres estar guapa? Toma yogures 0%m.g. ¿quieres estarlo más? vomítalos ¿quieres ligar? Compra estos vaqueros ¿quieres estar en la onda? Bájate en tu móvil el politono de Bisbal. Sí, pero no eres guapa, los vaqueros no te caben y tu móvil no acepta politonos aunque mueras de inanición haciendo el Plan Quince Días de Special-K. Llegados a este punto sólo nos quedan dos consejos que dar a nuestra desgraciada amiga: acéptate o jódete.
Bien, ahora que nuestra amiga nos ha dejado para ir a ahogar sus penas en una tarrina XXL Häagen-Dazs de chocolate, es el momento de tomar el asunto en serio. Que la culpabilidad funciona es algo que las Religiones del Libro nos vienen demostrando desde que Eva comió la manzana. La culpabilidad está clavada en el corazón de nuestra cultura desde hace milenios, en casi todas las civilizaciones se repite el mito de la pérdida del paraíso por culpa del hombre (o la mujer). Una persona aplastada bajo el peso de la culpa es más dócil y sumisa que la que asume como propios únicamente los errores que considera suyos. El crucificado de mirada lastimera y acusadora ha sido sustituido por Esther Cañadas y sus exagerados morros. Hemos ganado en cuanto a la estética pero retrocedemos en los valores. En uno de los artículos anteriores de este blog ya establecí cierto paralelismo entre la religión y el mercado, así que sin ánimo de extenderme más tan sólo me gustaría plantear unas cuestiones.

Primera: La publicidad muestra modelos, lo que en el campo de la estética podría considerarse cómo los “tipos ideales” de Weber. Esto es un caso al que se le ha exagerado sus elementos característicos para servir de ejemplo extremo y facilitar el análisis. Los “tipos ideal” de Weber no se dan nunca en la naturaleza, tan solo se usan de manera artificial y abstracta para facilitar una investigación. El ejemplo más claro en publicidad sería la imagen del triunfador, tan abundante en los anuncios y tan imposible en la realidad.
Segunda: Los medios de comunicación constituyen en la actualidad una de las más eficaces herramientas de socialización del individuo; son una fuente universal de patrones de conducta y valores compartidos.
Tercera: Los medios de comunicación presentan los “tipos ideales” como algo real y común.
Cuarta: Si los “tipos ideales” son algo prácticamente imposible en la realidad y los medios de comunicación los presentan como algo común, forzoso es llegar a la conclusión de que los medios de comunicación mienten.
Quinta: Si los medios de comunicación mienten, a pesar de tener la responsabilidad que describo en la segunda cuestión, es imperativo tratar de averiguar el por qué.

Seamos breves. No creo ser un genio si digo que una gorda acomplejada consumirá más productos que una gorda satisfecha. Una gorda acomplejada gastará en productos de belleza, dietética, ropa, fitness, light y pilates mientras que una gorda satisfecha es más susceptible de tender al naturismo y otras prácticas poco onerosas. En un país con 120K/h de velocidad máxima permitida un SEAT Panda es igual de útil que el “todocaminos” de urbanita pretencioso.
Casi 100% de los ciudadanos del primer mundo tiene, desde que nace hasta que muere, las necesidades básicas cubiertas. Todo lo que exceda demasiado de mantener cubiertas dichas necesidades puede considerarse, y de hecho se considera, derroche. Sin embargo hay que ser realistas, la economía del consumo tiene su pilar básico en el “derroche”. Consumir cosas básicamente innecesarias es lo que mantiene a flote nuestra economía, el derroche de unos es la forma de vida de otros que a su vez tienen que derrochar para que la máquina siga su curso y nadie resulte herido. Sin derroche volvemos a la cueva y, aunque esta opción puede parecer muy aceptable, cualquiera que vaya de excursión a la sierra de Madrid descubrirá lo imprescindibles que unas sábanas limpias y agua caliente pueden llegar a ser. Sin el derroche general todos salimos perdiendo, luego el derroche deja de ser tal cosa para convertirse en algo imprescindible en nuestro modo de vida.
El primer paso que debe dar un alcohólico que pretende dejar de serlo es aceptar su condición. Imitemos al encomiable borracho y admitamos que el consumo exagerado es lo que nos mantiene a flote, aunque sólo sea como primer paso para cambiar tan exasperante situación. Cuando hayamos asumido nuestra condición de derrochadores en toda su dimensión miremos el mundo que nos rodea y admiremos el hecho de que, a día de hoy, el número de desnutridos y de obesos a nivel global se ha igualado por primera vez en la historia. Este paso no es fundamental, pero una cultura tan dada a la culpabilidad debe nutrirse periódicamente de ella para avanzar. Ahora, bien culpabilizados y concienciados, es el momento de buscar una solución.

Después de pensarlo mucho, siempre llego a la misma conclusión de siempre, la menos espectacular y la más prosaica: consumo moderado, recursos renovables, políticas económicas sostenibles, huelgas de consumo, más interés por la cultura…

En Suma, dejar de mirarnos nuestro orondo ombligo, empezar a mover nuestro gordo y culpable trasero y descojonarnos de los morros de la Cañadas y del morro de los cabrones que han cubierto la fachada del Corte Inglés con semejante esperpento.