martes, noviembre 21, 2006

La Fortaleza del Débil

Cuando era pequeño una de las cosas que más enfurecían a mi padre era la llamada fortaleza del débil. Nunca entendí bien lo que quería decir cuando mencionaba semejante contradiccion, quien se ha criado en Catalunya tiende a relacionar "débil" con "minoría" y esta con "nación ocupada y sometida privada de sus derechos colectivos". Sólo después de algun tiempo conseguí entender que con "fortaleza del débil" hacemos referencia a la actitud de quien, por estar en situación de inferioridad, obliga a los demas a comportarse de una manera "magnánima" a sabiendas de que su inferioridad le exime de cualquier actitud de reciprocidad e incluso gratitud. Poniendo un ejemplo poco afortunado (que son los que más gustan) podemos decir que cuando un miembro de una minoría étnica hace uso de su condición marginal para colarse en la cola del supermercado y pretende no ser reprendido por ello en razón de las múltiples injusticias que presumiblemente sufre está haciendo uso de la fortaleza del débil. La Real Academia, siempre tan aséptica en sus definiciones, afirma que el significado de "debilidad" es "falta de vigor o fuerza y carencia de energía o poco vigor en las cualidades o resoluciones del ánimo". Los sesudos académicos seguramente tendrían prisa por acabar la jornada de trabajo aquel día y dejarón la definición incompleta. La debilidad ha sido el motor de occidente casi desde sus inicios: Jesús preside, moribundo y derrotado, la liturgia católica desde el altar de nuestas iglesias, la burguesía arrasó con las estructuras feudales basadas en la fuerza bruta y las minorías (o élites) gobiernan en todos los ámbitos de nuestra vida. De los treinta y tres años de la vida de Jesús nos hemos quedado con el momento menos favorecedor, ni la resurrección ni la ascensión, exceptuando la época ñoña de la navidad y sus almibarados christmas, preferimos ver al Redentor clavado a dos palos con con cara de hemofílico comatoso. Lo débil vende más, hoy no adoramos a júpiter porqué los primeros cristianos se lanzaban gustosos a las fauces de las bestias del Coliseo y fichamos a las nueve porqué al señor duque no le pareció oportuno ahorcar al menesteroso artesano cuando este empezó a quejarse de los impuestos. Pesonalmente me alegro de no dar culto al emperador y de que el artesano, lejos de pender de un abedul, haya prosperado y celebre Papa Noël haciendo la compra en Harrod´s con la visa de la empresa. Pero todo tiene un límite.
Al débil puede exigirsele que se haga perdonar su condición haciendo gala de ella, esto es que acepte ante la comunidad sus limitaciones y corresponda con gratitud las ayudas que esta dispone para su desarrollo. Un débil que pretende parecer fuerte es ridículo y en cierta medida contraproducente; lo peligroso es el fuerte que pretende parecer débil para conseguir una posición privilegiada que no le corresponde: que un paralítico aparque en un vado es una temeridad que normalmente se salda con una sanción administrativa; que un atleta olimpico aparque en la plaza de minusvalidos haciendo uso de una autorización falsificada es una sincera cabronada.
Tal es el caso de la economía de mercado que padecemos. Una de las cosas que más he escuchado en este último curso ha sido que "el Estado sólo debe intervenir en la economía en aquellos casos en los que se de un fallo del mercado". Dicho de otra forma, el Estado es la red donde cae el mercado cuando los agentes privados ejecutan deficientemente sus demenciales acrobacias. ¿Que es un fallo del mercado? ¿acaso es un fallo del mercado que la mayoría de la población mundial esté bajo el humbral de la pobreza? ¿o quizás que la juventud de los países desarrollados no tenga un empleo digno?. No, es una situación en la que los mercados no organizan eficientemente la producción o la asignación de bienes y servicios para los consumidores. Para los economistas, el término se aplica cuando la ineficiencia es particularmente dramática, o cuando se sugiere que una institución fuera del mercado (como el gobierno, una institución pública o un colectivo de personas asociadas) podría ser más eficiente y producir mejores resultados que iniciativas privadas. Un fallo de mercado es una situación en la que los agentes privados ven peligrar la estructura que tanto les favorece: Monopolios, oligopolios, crisis de producción o consumo...
Es en esa ocasión en el que la economía pide ayuda al estado para que les saque del atolladero en el que tan concienzudamente se han metido.
Veamos el bonito caso de la Crisis del 29.
"El 29 de octubre de 19299, conocido como Jueves Negro o El Gran Crash, se inició la mayor crisis mundial que el capitalismo haya conocido jamás. Todo empezó con la caída en picado del precio de los valores que se cotizaban en la Bolsa de Wall Street. La bajada masiva del valor de las acciones arruinó a muchísimos inversionistas, cerró empresas y bancos, condenó al paro a millones de personas y trasladó el mismo problema a muchas naciones. Para contrarrestar el ciclo económico depresivo existente en EEUU, Keynes propuso políticas economicas anticíclicas. Keynes sostenía los principios del liberalismo econonomico clásico (seguramete para no ser tildado de comunista, pero proponía la intervención del Estado en aquellos casos en que se viera perjudicado. Creía que una redistribución de los ingresos y el aumento de la tasa de empleo, reactivaría la economía. Estas políticas anticíclicas consisten en una intervención masiva del Estado en la economía. Esta intervención se dio a partir de 1933, cuando en marzo gana las elecciones el demócrata Roosevelt. Al conjunto de medidas políticas, sociales y económicas adoptadas por la administración Roosevelt entre 1933 y 1937 para sacar a EEUU de la situación de depresión en la que se encontraba desde 1929 es a lo que se llamó New Deal; que consistió en una regulación de la economía favoreciendo las inversiones, el crédito y el consumo, lo que permitiría reducir el desempleo".
En suma, el Estado se endeuda para ayudar a la economía y lo consigue. Lejos de seguir (o volver) a esta saludable política, los economistas, en su mayoría, claman para que el Estado lance al mercado lo que hasta ahora a constituido en muchos países la prerrogativa irrenunciable de las naciones civilizadas como es la sanidad pública o las pensiones de jubilación. De nuevo la fortaleza del débil: como un niño mimado la economía del mercado se aleja agresivamente de lo que podría ser su protección, se cae, lloriquea y cuando se le ha curado vuelve a las andadas a sabiendas de que por mucho daño que se haga siempre va a tener alguien que vele por su seguridad. Porqué no nos engañemos, la claudicación estatal de la decada de los 70 y 80 frente a las tesis neolibarales suponen una situación de privilegio para el mercado que no le corresponde. El mercado ya no es débil, es muy fuerte pero pide más. Las peticiones de antaño quizás fuesen en pos de la consecución de unos resultados que a la larga supusiesen el bien común. Así nos vendieron la moto, a nadie se le ocurió esgrimir esa gran verdad según la cual dentro del mercado solo se alcanzan los objetivos individuales, que el bien común sólolo biene con una gestión centralizada de los recursos de mano del Estado y los Servicios Público. Según la lógica capitalista los barrios de Pan Bendito o La Mina no tendrían ni alumbrado ni asfalto en sus calles, y sin embago tan aberrante situación en ningún caso puede ser considerada dentro del bien común.
Logicamente por lo dicho anteriormente podemos deducir en primer lugar que las esferas gestionadas por el mercado son tendentes a generar grandes injusticias y, en segundo lugar, que el axioma por el cual el mercado es el gran generador de óptimos paretianos (según el cual una alternativa es mejor que otra si algo mejora sin que nada empeore) es una falacia siniestra.
A partir de la década de los 70 doctrinas perniciosas hicieron que el mercado usurpase las funciones del Estado tildándolo de poco eficiente y derrochador. Si entendemos que el bienestar social es la suma del bienestar individual de TODOS los miembros de una comunidad y comparamos el bienestar de los individuos a día de hoy con el de los ciudadanos del welthfare state de los sesenta veremos que el bienestar social en términos concretos se reduce proporcionalmente a la liberalización del sector público(al respecto del concepto de bien común recomendamos la lectura del capítulo 21 de "capitalismo, socialismo y democracia" de Schumpeter, que no reproducimos aquí debido a las limitaciones de espacio, tiempo y porqué se dedica más a aspectos políticos que a económicos cómo los que nos ocupan). Abandonamos la sociedad del bienestar en pos de un modelo conservador corporativista que se reduce practicamente a funciones de subsidariedad desde que a cuatro árabes les dio por subir el precio del petroleo cuarenta años ha.
La economía de mercado de hoy en día es fuerte y débil a la vez. Es débil porqué todavía no cuenta con métodos coactivos basados en la fuerza propios en puridad y, por ello, sigue estando sometida al arbitrio de los Estados en muchos sitios del globo. Es fuerte porqué despues de mutilar los brazos que el Estado y los gobiernos podrían haber empleado para corregir esta situación sabe que tiene a la masa de población como rehen frente a los políticos electos. Ejemplo de esto último es que a ningún gobernante occidental se le ocurriría nacionalizar el sector privado a sabiendas de que las grandes empresas huirían del país dejando al grueso de la población en la miseria.
Resumiendo, que hemos malcriado a la criatura y ahora no sabemos que hacer con ella a sabiendas de que se nos va a comer. No sería descabellado aplicar la "théorie de la circulation des élites" de Pareto (a quien los economistas se vanaglorian de conocer y citar) para hacer una breve y seguramente descabellada predicción de futuro.
Según nuestra opinión (y seguramente la de Pareto) vamos hacia la desaparición del Estado y la hegemonía del sistema de mercado a nivel global. Vamos hacia el auge de la política de la escasez en todos los ámbitos de la vida pública y una gestión de la misma ajena a los valores que creemos subsisten en nuestra forma de organización política. El Senado de Roma siguió existiendo incluso después de la desaparición del Imperio de occidente como un solemne símbolo anacrónico y sin otra función que mantener la farsa de un sistema político obsoleto y sin ningún valor más hallá del dintel de la puerta del edificio donde se reunía. Por desaparición del Estado entendemos la pérdida de las facultades que desde Bismarck hasta Tatcher han supuesto, en mayor o menor medida, la prueba de que el pueblo era gobernado de iure y de facto por políticos electos y no por siglas crípticas y remotas juntas de administración.
A modo de comentario final diremos que el drama de la fortaleza del débil sobreviene cuando al débil se le hace fuerte sin antes enseñarle a comportarse como tal.